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Durante años, el mundo ha debatido sobre la brecha salarial de género.
Sabemos las cifras, las causas y los efectos: las mujeres ganan menos, ocupan menos posiciones de liderazgo y enfrentan más interrupciones en sus carreras ya sea por el embarazo o porque tienen que cuidar de algun miembro de su familia.
Pero esa discusión, aunque necesaria, no aborda el fondo del problema.
La verdadera desigualdad no está solo en lo que ganamos, sino en lo que logramos construir con lo que ganamos.
Y ese concepto se llama patrimonio.
Entendemos ahora que el salario viene y va pero el patrimonio se queda para protegernos a nosotras y a nuestros seres queridos.
El patrimonio es el conjunto de bienes, activos y recursos que una persona acumula y desarrolla a lo largo de su vida.
Incluye propiedades, ahorros, inversiones, negocios, e incluso activos intangibles: educación, reputación, contactos, tiempo libre, ideas que generan valor.
A diferencia del salario, que depende de tu tiempo y esfuerzo, el patrimonio es lo que trabaja para ti.
Es lo que te permite tener estabilidad cuando no puedes —o no quieres— trabajar.
En otras palabras:
El salario te da seguridad inmediata.
El patrimonio te da libertad a largo plazo.
El patrimonio no es una cifra estática; es un sistema vivo.
Crece cuando tomas decisiones financieras inteligentes, se debilita cuando vives al límite de tu ingreso, y se fortalece cuando lo nutres con educación, planificación y visión.
Y esa visión, históricamente, nos fue negada a las mujeres.
En América Latina, se nos enseñó a administrar lo que otro produce, no a generar riqueza propia.
A “no hablar de dinero”, porque era de mala educación.
A no correr riesgos, porque “invertir es cosa de hombres”.
A creer que ambición y feminidad no podían coexistir.
Mientras tanto, los hombres si aprendieron a usar el dinero como herramienta de poder.
Nosotras, muchas veces, lo usamos solo como herramienta de supervivencia diaria.
Esa diferencia de mentalidad explica por qué, aunque cada vez más mujeres estudian, trabajan y lideran, la brecha patrimonial sigue siendo enorme.
Podemos ganar lo mismo que un hombre, pero si gastamos todo lo que entra, no estamos acumulando nada. Y muchas veces no acumulamos porque no sabemos que hacer con este dinero. O lo mal gastamos siguiendo tendendias que vemos en los demás.
Es importante que todas las mujeres entendamos que sin acumulación, no hay independencia.
Conozco a muchas mujeres profesionales, quienes han trabajado toda su vida y no tienen nada que mostrar. Cuando se ponen a pensar en dinero, no tienen idea en que han gastado el dinero que pasó por sus manos. No tienen bienes que sumen a su patrimonio.
Hace algunos años, junto con Katherine Shahani y Karin Sempf, decidimos hacer algo al respecto.
Desde nuestro trabajo en temas de género, veíamos la realidad en cifras, pero también en rostros.
Mujeres con talento, educación y trabajo duro… pero sin patrimonio propio.
Nos hicimos una pregunta que cambió todo:
“¿Qué pasa si dejamos de esperar a que nos den un lugar… y empezamos a construirlo?”
Así nació Ella Invierte, un movimiento creado para formar, visibilizar y conectar mujeres que quieren dejar de depender del ingreso mensual y empezar a crear riqueza real.
Nos propusimos enseñar algo que nadie nos había enseñado:
cómo medir lo que tienes, hacer que crezca y protegerlo.
Porque la igualdad económica no llega cuando ganamos lo mismo,
sino cuando podemos acumular, invertir y transmitir lo que generamos.
La mayoría de las personas no sabe cuánto vale su patrimonio.
Saben su salario, pero no su valor neto.
Y lo que no se mide, no se mejora.
El primer paso es cuantificar.
Suma todo lo que tienes : dinero, propiedades, inversiones, ahorros y réstale todo lo que debes.
Hay otra dimensión igual de importante: tu capital humano. Tu conocimiento, tu experiencia, tu reputación, tus relaciones y tu salud.
Son activos que no aparecen en los estados financieros, pero que determinan tu capacidad de generar ingresos futuros.
Saber cuánto tienes —de verdad— es el punto de partida para construir libertad.
El patrimonio no siempre se hereda, tamnbién se construye.
Y toda construcción requiere tres pilares: claridad, disciplina y propósito.
Todo lo que puede crecer, cuenta como capital.
Haz inventario de tus recursos tangibles e intangibles.
Piensa como una inversionista: ¿qué puede generar valor con el tiempo?
La claridad financiera es la base del patrimonio.
Saber cuánto entra y cuánto sale es poder.
No importa cuánto ganes si cada mes el dinero se evapora.
Estructura tu flujo: separa gastos, ahorro e inversión y lleva un presupuesto. En internet hay un sinúmero de modelos que puedes usar o si prefieres, hay muchísimas aplicaciones que funcionan.
Un presupuesto no es restricción, es estrategia a largo plazo.
No se trata de tener dinero, sino de hacerlo trabajar a tu favor.
En Ella Invierte enseñamos tres vías fundamentales de crecimiento patrimonial y recomensamos invertir en:
Bienes raíces, que aportan estabilidad y valor tangible.
Negocios, que generan ingresos activos y multiplican empleos.
Mercado de valores, que democratiza el acceso al capital y al crecimiento global.
Cada una requiere conocimiento, pero sobre todo visión.
El dinero no debe dormir; debe tener una misión.
Recomendamos invertir de la mano de expertos y te invitamos a visitarnos para que nos acompañes en nuestros eventos y talleres.
En Elevel Group (empresa creadora de Ella Invierte), creemos que invertir en mujeres no es filantropía: es buena estrategia.
Las cifras lo demuestran:
Las empresas con más mujeres en alta dirección tienen 21 % más probabilidades de superar la rentabilidad de sus competidores (McKinsey).
Los fondos con diversidad de género generan 20 % más rendimiento neto (IFC).
Las startups fundadas por mujeres producen más ingresos por dólar invertido que las fundadas por hombres (Boston Consulting Group).
Y lo más transformador:
las mujeres reinvertimos hasta el 90 % de nuestras ganancias en salud, educación y bienestar comunitario.
Cuando una mujer gana, su entorno prospera.
Por eso, cada peso que una mujer convierte en patrimonio mueve la economía, la sociedad y la historia.
Como ya mencióne: La igualdad salarial es un punto de partida. La igualdad patrimonial es la meta.
Es importante recordar que no solo es importante cuánto nos pagan, sino de cuánto retenemos, multiplicamos y transmitimos.
Una sociedad donde las mujeres tienen patrimonio es una sociedad con menos vulnerabilidad, más inversión, más liderazgo y más voz.
Hablar de patrimonio es hablar de poder. De la posibilidad de elegir, de crear, de heredar. De pasar de la supervivencia a la construcción de legado.
No importa cuánto ganes hoy.
Importa lo que hagas con eso.
Tu salario puede comprarte estabilidad, pero solo tu patrimonio puede darte libertad.
Y construirlo no requiere riqueza previa, sino mentalidad, conocimiento y acción constante.
Define tus activos.
Estructura tu flujo.
Invierte con propósito.
Haz que el dinero trabaje para ti.
Porque cuando una mujer invierte, crece su familia, su comunidad y su país.
Y cuando todas lo hacemos, transformamos el futuro.